Reumatología y ojo

La reumatología es la rama de la medicina que estudia enfermedades autoinmunes como el lupus, la artritis reumatoide, el síndrome de Sjögren, la espondiloartritis y la vasculitis, entre otras. Prácticamente todas las condiciones autoinmunes sistémicas pueden afectar a, por lo menos, una parte del ojo; además, detrás de aproximadamente el 50% de los casos de inflamación ocular, se encuentra alguno de estos padecimientos.

Artritis reumatoide y ojo

La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad crónica, sistémica, autoinmune e inflamatoria que provoca lesiones en los huesos, el cartílago y los ligamentos que rodean a las articulaciones y, por ende, las inflama. En el corto plazo, la artritis reumatoide causa dolor y limita el movimiento de las articulaciones mientras que, a largo plazo, las daña y las deforma.

Existen varios factores que propician la aparición de la AR: genéticos, ambientales como el tabaquismo e infecciosos. Todos ellos activan el sistema inmunológico que, en respuesta, produce anticuerpos y desencadena procesos inflamatorios.

La artritis reumatoide se manifiesta clínicamente mediante dolor y aumento tanto en el volumen como en la temperatura de las articulaciones; las más afectadas se localizan en las manos, muñecas, rodillas, hombros, pies y tobillos, aunque también pueden verse afectados la columna cervical, los codos, la cadera y las mandíbulas. Es frecuente que el paciente comience con inflamación y dolor en pocas articulaciones, no más de cuatro, pero que se inflamen más con el tiempo; también es posible experimentar rigidez articular matutina por hasta más de 30 minutos.

Puesto que la artritis reumatoide es una enfermedad sistémica, también puede afectar existen otras partes del cuerpo como los pulmones, la piel, el corazón, el sistema nervioso y los ojos, entre otros. La manifestación más común de la AR en los globos oculares es el ojo seco que, en la mayoría de los casos, es leve y mejora con gotas lubricantes; sin embargo, puede ser tan severo e incluso provocar perforación corneal. Otros pacientes pueden presentar escleritis o epiescleritis, inflamación de los vasos sanguíneos de la esclera o de la episclera respectivamente; de persistir la inflamación escleral, la córnea también puede adelgazarse y perforarse.

El diagnóstico de la AR se realiza mediante la evaluación de las manifestaciones clínicas (la inflamación de las articulaciones, por ejemplo, debe tener una evolución de más de seis semanas) y a través de estudios de laboratorio en los que se buscan anticuerpos conocidos como factor reumatoide y antipéptido cíclico citrulinado reactantes en fase aguda. Puesto que la AR es crónica, el tratamiento está enfocado en tratar los síntomas con antiinflamatorios y controlar la enfermedad con fármacos como metotrexato, leflunomida, sulfasalazina e hidroclorotiazida; con medicamentos biológicos como anti-TNF, abatacept, tocilizumab y rituximab, o con moléculas pequeñas como tofacitinib, upadacitinib y baricitinib. Se recomienda no suspender el tratamiento bajo seguimiento y control por parte del reumatólogo.

Síndrome de Sjögren

El síndrome de Sjögren (SS) es una enfermedad autoinmune que generar resequedad tanto en ojos como en boca y es más frecuente en mujeres. Existen dos tipos de SS, el primario y el secundario.

Mientras que el SS primario no se asocia con otras condiciones autoinmunes, el SS secundario viene de la mano con padecimientos como la artritis reumatoide, el lupus, la esclerosis sistémica y la polimiositis. Las manifestaciones clínicas de ambos tipos son similares, pero el SS primario también se acompaña de inflamación de las glándulas parótidas, adenomegalias y linfomas. Otras manifestaciones que pueden presentarse son fatiga, artritis, inflamación de los pulmones, hipotiroidismo y lesiones en la piel, entre otras.

El síntoma ocular más común es el ojo seco. El paciente tiene la sensación de traer una basurita en el ojo con dolor, ardor o comezón; también puede experimentar visión borrosa e intolerancia a la luz solar. El ojo seco puede ser tan severo, evolucionar en una úlcera corneal y asociarse con infecciones que afecten permanentemente la visión.

Por su parte, si la boca es el órgano afectado, habrá dificultad para tragar alimentos secos, se alterará el sabor de comida, también habrá ardor en la cavidad bucal y en la lengua, e incluso pueden aparecer caries y caerse los dientes.

En el diagnóstico de SS debe revisarse si el paciente tiene ojo seco con una valoración oftalmológica o boca seca mediante un test de velocidad del flujo salival (sialometría) o con una biopsia de glándula salival menor; es muy probable que también se soliciten al paciente anticuerpos como anti-SSA/Ro, anti-SSB/La, FR y AAN. El tratamiento depende de la manifestación de la enfermedad: el tratamiento del ojo seco es tópico con gotas indicadas por el oftalmólogo, mientras que las demás manifestaciones deben ser tratadas por el reumatólogo con inmunosupresores.

Espondilitis anquilosante y uveítis

La espondilitis anquilosante (EA) es una enfermedad crónica, sistémica e inflamatoria que afecta a las articulaciones de la región lumbar y del cuello, así como las sacroilíacas; ocasionalmente las rodillas, los tobillos y las articulaciones de los pies pueden también verse afectadas. Esta condición suele ser más común en hombres (3:1) menores de 45 años y comienza con dolor lumbar crónico (es decir, por más de tres meses) que aparece en reposo, ya sea de pie, sentado o acostado, y que mejora con el movimiento. También puede haber rigidez al despertarse por la mañana y confundirse con dolor de ciática. Existe susceptibilidad asociada al gen HLAB27: los pacientes que lo tienen presentan mayor riesgo de desarrollar EA y uveítis.

Hasta el 30% de los pacientes con EA suelen manifestar problemas oculares asociados como la uveítis, que es anterior y autolimitada, y puede recurrir en el mismo ojo o en el contralateral; también puede presentarse la esclerouveítis; otros órganos afectados por la EA son los pulmones, el colon, los riñones, la piel, arterias como la aorta y los del sistema nervioso.

El diagnóstico de la EA se realiza con la evaluación de síntomas como el dolor lumbar en reposo, el hallazgo de alteraciones radiográficas, la determinación del gen HLAB27 y pruebas de laboratorio para encontrar reactantes de fase aguda (PCR y VSG) y valorar así la inflamación. El tratamiento consiste en medicamentos biológicos y antiinflamatorios.

Investigación realizada por:

Dra. Claudia Beatriz Hübbe Tena.

Reumatóloga y médica adscrita al servicio de Enfermedades Inflamatorias Oculares de la Asociación para Evitar la Ceguera en México.

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